Sabemos que el Canoe Slalom es un deporte en el que reinan los artistas en excelente forma física. Aceptar esta realidad desde el principio evitaría muchas decepciones a quienes sucumben al efecto Pigmalión, deslumbrados por jóvenes atletas que solo exhiben cualidades físicas extraordinarias.
Dicho esto, quiero confesar un error fundamental que perpetué durante demasiado tiempo mientras entrenaba a los deportistas del equipo español de Canoe Slalom. Lo llamo “el error de los ladrillos y el mortero”.
La revelación
Más que una revelación, fue la confirmación de algo que siempre supe, pero a lo que nunca di la prioridad que merecía. Sucedió de manera inesperada, viendo en televisión un récord de malabarismo con un balón de fútbol. En ese momento, surgieron preguntas del tipo:
”¿Y si lo único que estoy haciendo con mis atletas es enseñarles a hacer trucos de balón?”
”¿Y si no estoy insistiendo lo suficiente en que una manga de slalom no es solo una secuencia de movimientos técnicos individuales, sino una ejecución global e interconectada?”
Ahí vi la similitud entre los ladrillos de un muro y las habilidades aisladas de un atleta. Por sí solas, esas habilidades pueden ser impresionantes, pero ¿qué transforma a un deportista con habilidades en un campeón de Canoe Slalom, un deporte donde la incertidumbre y la tensión lo determinan todo?
La respuesta está en el mortero.
El mortero es lo que da solidez, cohesión y visión de conjunto a los ladrillos individuales. Es lo que impide que el muro se desmorone al primer impacto, lo que evita que una serie de movimientos bien ejecutados se convierta en una manga sin estructura ni propósito.
Saber cómo fabricar y aplicar ese mortero es el mayor tesoro de un buen entrenador. “Cualquiera” puede enseñar un buen remonte o corregir una trazada, pero pocos conocen la receta del mortero. Y, si soy sincero, muchas veces me pregunto si yo alguna vez logré completarla.
¿Qué es exactamente este mortero? ¿Cómo se prepara? ¿Cuáles son sus ingredientes?
Para responder a estas preguntas, tenemos este blog. Y con él, un futuro por delante para seguir explorando lo que realmente construye a un gran atleta: no solo los ladrillos, sino la forma en que los unimos.